Entre los pueblos nahuas existía una gran apreciación por la poesía, llamada «In Xōchitl In Cuīcatl»,
que significa «La Flor y El Canto» literalmente, aunque hay quien la
interpreta como «palabra florida o florecida». La poesía era una de las
actividades propias del guerrero en tiempo de paz y era especialmente
practicada entre las clases nobles. Huexotzingo, Texcoco, Culhuacan
eran las ciudades más renombradas por sus poesías. Ocasionalmente se
organizaban encuentros poéticos en donde se reunían incluso aquellos
dirigentes de ciudades en guerra. El más famoso ocurrió en Huexotzingo
en 1490, organizado por Tecayehuatzin,
señor de ese lugar. Detalles de este encuentro y muchas otras poesías
se hallan en varios manuscritos recopilados después de la Conquista. El
más famoso se llama Cantares mexicanos, y data del siglo XVI. Existe también otra recopilación de poesía, hecha por Juan Bautista Pomar, nieto de Nezahualcóyotl.
Bernardino de Sahagún
menciona que los mexicas disfrutaban de representaciones dramáticas,
algunas cómicas, otras eróticas, y otras sobre la vida de sus dioses,
aunque al parecer no sobrevive ninguna de éstas, a excepción del Xochicuicatl cuecuechtli.
De los miles de manuscritos precortesianos, solo sobrevive una docena
de códices, dado que los europeos tenían la creencia que los pobladores
indígenas eran adoradores del diablo y por consiguiente quemaron y
destruyeron prácticamente toda su obra.
Después de la conquista, autores indígenas, bajo la dirección de los
sacerdotes, escribieron obras en náhuatl con el fin de ayudar a la
cristianización. Sobreviven varias pastorelas escritas en náhuatl.
Existen también relaciones y documentos en náhuatl producidos por los
«pillies» y tlacuilos, que poco después de la Conquista comenzaron a
aprender a usar la escritura europea, como «La relación anónima de
Tlatelolco» y el original náhuatl del Códice Florentino.
Algunos autores novohispanos como Sor Juana Inés de la Cruz, escribieron algunas obras en náhuatl. Son muy pocas las bibliotecas en el país que cuentan con libros en esta lengua.
Los archivos musicales conventuales y catedralicios de México también
dan cuenta de música en lengua náhuatl, tal es el caso de los motetes In ilhuicac cihuapille y Dios itlazo nantzine atribuibles a Hernando Franco y extraídos del Códice Valdés. Gaspar Fernandes,
Maestro de Capilla de la Catedral de Puebla en el siglo XVII, compuso
una enorme cantidad de villancicos en náhuatl solo, o náhuatl y español;
varios de ellos se encuentran en el Cancionero Musical de Gaspar Fernandes, importante documento conservado en el Archivo Musical de la Catedral de Oaxaca.
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